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La mujer que llora


De repente, en la acera, mi mirada se cruza con los ojos de esa mujer que llora y en ellos se queda irresistiblemente fijada. Son unos ojos que reflejan, a través de las lágrimas, la esencia misma de mil tragedias cotidianas, de mil fracasos atesorados a lo largo de los años. Escruto su mirada, no puedo evitar ser así de curiosa -¿quién no curiosearía  al cruzarse por la calle con una mujer que llora?- y, como soy muy observadora, empiezo a analizar su llanto y a asociarlo a sus frustraciones: es una mujer culta, una profesional de cierto tono, según se ve por la forma de vestir y andar, por su elegancia y su belleza, ya un poco rendidas a los años. Próxima a los cincuenta, con problemas psicosomáticos asociados a la menopausia. Casada, dos hijas, una economía holgada, un marido…

¿Por qué detrás de cada problema de mujer tiene que haber un marido? Tengo el mismo esquema mental que mi madre, a pesar de que ella vivió en una época aun peor para las mujeres. No, no me parece un prejuicio, sino que esa mujer realmente tiene un marido, una alianza en el anular derecho, tal vez treinta años junto a ese hombre, todo un recorrido vital compartido con él. Y muchas frustraciones, muchos desencantos, muchas ocasiones en las que tirar la toalla era casi un deber moral, casi tantas como las otras ocasiones en que ese hombre le ha dado apoyo, consuelo, ternura, placer… La vida suele ser así, llena de contradicciones y ambigüedades. Hay quien dice que esa es la gracia de estar vivos.

Pero la mujer que llora, es obvio, no le ve ninguna gracia, sino que se ha echado a la calle, deshecha, rota, sintiéndose injustamente tratada por la vida, posiblemente después de una fuerte discusión, de una ruptura para la que –se asegura a sí misma- esta vez no va a haber la rendición de otras ocasiones. Se ha echado a la calle, ajena a que la gente la mira llorar, como hago yo. Tal vez se ha dado cuenta de otras miradas y le han parecido algo sin ninguna importancia. ¿Quién se para a considerar semejantes fruslerías cuando ha decidido dar el giro total a su vida?

 

 

 

(Imagen de 4.bp.blogspot.com)

 

La mujer que llora tiene el gesto de determinación y rabia de quien sólo cuenta consigo misma y sabe que, al menos por una vez, va a hacer con su vida lo que hace falta desde hace ya mucho tiempo. Sus ojos me hablan también de un profundo reproche hacia todo su entorno, un saldo negativo en su vida que le reconcome el alma. Las hijas, pienso. No han estado a la altura. Pienso en esas hijas y las veo próximas a los veinticinco, universitarias, mimadas por el padre complaciente, comodonas, poco implicadas en los malos rollos de sus padres, sin ninguna gana de ayudar a la parte más débil, sólo preocupadas por ir a lo suyo… Por un momento, odio a esas hijas insolidarias, egoístas, que me parece imposible que sean mujeres, como la mujer que llora… Tan absurdo arrebato me dura sólo un momento y vuelvo a mi instantánea observación de esa mirada.

La mujer que llora tal vez ha sido engañada por un marido dado a las aventuras con mujeres más jóvenes y eso la humilla. Tal vez lo sabe, o al menos lo sospecha, desde hace tiempo, pero por algún hecho fortuito, le ha llegado la evidencia. Ya no son sospechas. Ahora tiene un nombre: infidelidad, cuernos en vulgar, y el nombre es una última amargura añadida. Las cosas que tienen nombre son insoslayables y no pueden aparcarse al lado, como si se tratara de ir a recoger un vestido a la superlimpieza o hacer la compra en el supermercado. Tampoco admiten que se les aleje como si se tratara de abstracciones inconsistentes. Pasa como con la salud: si tienes “mal cuerpo” o es que «no te sientes bien” o un “estado general malo”, tu salud sólo te concierne a ti, pero si te diagnostican un edema pulmonar, un cáncer de páncreas o una hepatitis, en ese mismo instante en que tu salud adquiere un nombre, pasa a ser de dominio público y tu tragedia alcanza niveles sociales, cósmicos, casi. Cuando algo se llama “adulterio” o “cuernos” es que tu vida es una tragedia, que lo sabe todo el mundo y hay que encontrar fuerzas para romper con todo lo que te ata a lo que te humilla, por eso llora esa mujer que llora.

Yo sigo con la mirada clavada en sus ojos llenos de profundidad y transparencia. Me conmueve su dolor. Me siento muy próxima a ella, a su calvario. Me gustaría abrazarla, mostrarle mi apoyo… Es el momento exacto en que ella vuelve sus ojos hacia los míos y fija su mirada escrutadora en mi mirada espía, como queriendo entrever mi drama personal. Es el momento en que me veo reflejada en el espejo del escaparate donde esa mujer que llora, que soy yo misma, ha intentado resguardar su llanto de miradas tan indiscretas como la mía.

Alberto Granados

18 comentarios el “La mujer que llora

  1. Me había sorprendido mucho que la mujer llorase de cara a todos sin importarle lo más mínimo quien pudiera verla, porque las mujeres siempre somos muy recelosas con nuestras lágrimas. De hecho, lo somos tanto que por eso las hay que aún no denuncian maltratos, para que nadie sepa su odisea ni vea sus lágrimas.
    Has descrito con absoluta precisión los pilares de una mujer y ordenado sus derrumbes. Corazón, siempre manda el corazón porque para afrontar enfermedades o carencias económicas siempre se nos ha educado, para ese tipo de problemas nos arremangamos y nos comemos a quien haga falta, todo menos dejar que los nuestros pasen penas. Y nosotras siempre detrás esperando esa recompensa en forma de abrazo o un gracias mudo con los ojos. Por eso no es de extrañar que cuando se nos traicione nos derrumbemos, porque eso es como decirnos: nada me ha importado tus desvelos, ni tus cuidados y ahora que perdiste brillo en tus sonrisas voy en busca de alguna que no me recuerde que mi vida no siempre fue perfecta.
    Aunque quizás esté haciendo demagogia y realmente las mujeres estén cambiando, porque he advertido que las nuevas generaciones, con el tema de la igualdad, se están quedando con la parte más egosita de ciertos aspectos que nos diferenciaban del sexo masculino. Afortunadamente hay tantos hombres buenos como mujeres que llloran sin ser vistas y algunas hasta lo hacen sin motivos solo por costumbre.
    Alberto, una vez más chapeau 🙂

  2. Me permitido comentar este conmovedor relato en:

    http://purpuranevada.blogspot.com/2010/05/bella-calamidades.html

    Desde luego, mi opinión, al venir de un hombre, es menos esclarecedora. Pero con la entropía y la decadencia de la tensión genética, dada mi edad, cada vez me noto más mujerona.

  3. Mas que un relato me parecen reflexiones. Tocas un tema viejísimo. La esposa, el marido… el matrimonio,la familia… son cosas discutibles.

    A pesar de que he creado una «gran familia» soy un ardiente defensor de que «el buey suelto bien se lame» hace años algo dificil para la mujer y su futuro. Pero ahora?

    No voy a opinar sobre si reflejas bien a una mujer «tipo» o navegas entre varios tipos.

    Si creo, estoy convencido de que muchos problemas de convivencia forzada por sacramento o documento… serian menos graves con previsiones economicas adecuadas y suficientes. Y claro, con la aplicacion de unas leyes modernas y reales.

    El matrimonio es un contrato, no hay que olvidarlo… y en eso se queda cuando aparece el desamor.

  4. Qué amargo el momento en el que tomamos conciencia de las cosas cuando las cosas van mal.No podemos huir de nosotros mismos…Y salir a la calle,quizás correr y llorar y encerrarte.No queda más remedio que encontrarse y reconocerse.Ese es elmomento de la luz:a partir de ahí,comienza una nueva vida.No más lágrimas.
    Me gustó mucho tu relato.Saludos

  5. Difícil y arriesgado desdoblamiento en este juego de espejos. Salir del yo masculino (con sus restos oxidados de educación machista, su complejo de Edipo, sus tics freudianos), introducirte en un alma femenina para mirar a otra y reflejarte en ella y volver a salir y verte en tu propio espejo…¡Más difícil todavía! Alberto, te imagino volviendo a tu propia piel, tras escribir el relato, como esos actores traumatizados tras interpretar el papel de un personaje atormentado y autodestructivo. Las mujeres tienen la palabra y, por lo que vemos hasta ahora, les está gustando. Yo estoy con ellas.

  6. Amigo:esto son reflexiones,como dice el amigo Foces pero tomadas con la delicadeza que esta necesita,pues al venir de un hombre y tratar la sensibilidad femenina esta muy bien y creo que a mas de uno nos hara reflexionar sobre la naturaleza femenina,mi mujer tambien lo leyo yle encanto.Un abrazo y felicidades
    Oye viste mi correo sobre el parque de las ciencias

  7. ¡Qué te diría yo, que tengo llorados todos los aeropuertos que he ido pisando en los últimos 11 años!. Esos hijos que vuelan dan para eso y más. A veces, muchas veces, lloramos por ellos y su ir viviendo sus vidas lejos de esa mujer que tuvo la inmensa fortuna de ser su madre.

  8. Siempre he dicho que me interesan los personajes femeninos, que los tíos somos muy planos, primarios y previsibles, de ahí que observe a las ellas en el autobús, en un avión o en la sala de espera del médico. Son fascinantes.
    La mujer que llora se cruzó hace tres o cuatro tardes conmigo, pero también se cruzó (otra) hace unas semanas, y hace unos meses. Parece que siempre hay una mujer que llora.
    Tal vez, estoy con Garcilaso y lo del dolorido sentir («No me podrán quitar el dolorido sentir / si ya del alma primero no me quitan el sentido…).
    Celebro que os guste (si es que he entendido que os gusta) o que me cites tú, don Pablo, incluso con esa aura de escepticismo.

    Kape, gacias por esa fidelidad y por tu constane apoyo. Espero noticias de tu pariente.

    Foces, te entiendo, especialemnte en lo del buey, pero los bueyes van uncidos a la fuerza y los humanos nos uncimos voluntariamente, ansiosamente.

    María Fernanda, me encanta que aparezcas por aquí. Siéntete como en tu casa.

    Una precisión para Miguel: no me he salido y he entrado de mi ser. Me he limitado a observar y reinventar, sin más problema (mi mayor problema ahora es la declaración de hacienda).

    Alfonsito, leí lo de los calatravos y me pareció lo que siempre he pensado del asunto: inventar tradiciones es una majadería. No obstante a lo mejor voy el sábado.

    Rosa, cuando yo era el «mestre» de tus hijos, no llorabas: reivindicabas y eras una buena luchadora. Tampoco sabíamos entonces que cada uno iba a terminar en esceanrios tan dispersos. Por lo menos los veo estupendos (tu Pablo muy delgado, según veo en el FB).

    Un abrazo,

    Alberto

  9. Si quieres crecer,sigue investigando sobre tu lado femenino.Todos lo tenéis,hay que potenciarlos.Es la única manera de llegar al ser completo.La forma más sencilla es la mirada,observar,empatizar,sentir ,filtrar,vibrar y verbalizar.Comprenderéis,vosotros,hombres un mundo más ancho y multicolor.

  10. Pese a lo que dice hoy Medem en la prensa, no creo yo mucho en eso de los lados masculinos y femeninos de la gente. Tampoco creo mucho en el ser completo que mencionas. Somos lo que somos: ángeles fieramente humanos, como decía Blas de Otero, contradictorios y cambiantes.

  11. Ángeles fieramente especializados, a causa de la pequeña diferencia, la fisiológica, magnificada en ocasiones por las propias mujeres o minimizada, según convenga. Temida y explotada por los varones. Las mujeres a dar la vida y a cuidar de que no se apague. Vistosísima ocupación que no pudo librarla de la sospecha y la envidia. Y los hombres, los patriarcas, con sus hábitos de cazadores, defensores de la prole, guerreros, especialistas en la violencia, siempre a por tabaco… Cada uno aportando a la «inversión paterna» lo que la estructura y la idiosincrasia consentían. Alguna de las cualidades que M.F. Álvarez señala como femeninas también las encontró Baudelaire en su gato:

    Ven, mi hermoso gato, cabe mi corazón amoroso;
    retén las garras de tu pata,
    y déjame sumergir en tus bellos ojos,
    mezclados de metal y de ágata.
    Cuando mis dedos acarician complacidos
    tu cabeza y tu lomo elástico,
    y mi mano se embriaga con el placer
    de palpar tu cuerpo eléctrico,
    veo a mi mujer en espíritu. Su mirada,
    como la tuya, amable bestia,
    profunda y fría, corta y hiende como un dardo,
    y, de los pies hasta la cabeza,
    un aire sutil, un peligroso perfume,
    flotan alrededor de su cuerpo moreno.

  12. Mi comentario se aleja bastante de la temática de la nueva peli de Medem,jajajaja.No podemos creer en lo que no hemos visto y conoocido.Yo si he tenido esa suerte;será quelos hombres que viven rodeados de mujeres terminan empapándose de sensibilidades que a veces asoombran.A eso me refería.Saludos

  13. A veces somos el mejor espejo de nosotros mismos. Y, otras, nuestro peor reverso

  14. Muy buen relato,Alberto.También lloramos para expresar alegria, emoción por los éxitos (sobre todo de nuestros hijos) y casi siempre que compartimos situaciones de otros que nos hacen ponernos en su piel… Espero que en otro relato nos lo cuentes .

  15. Jesús, los espejos no siempre son espejos, sino que hay que saber en qué lado de la realidad se está. Me ha gustado verte por aquí.
    Supongo que vuesro llanto no es tan distinto del nuestro, sólo que nosotrso lo tapamos más. Aquí tienes tu casa.

  16. Alberto:
    Un relato delicado y femenino. El final me ha sorprendido porquè hay quien llora en público cuando ya nada importa. Leyéndolo he recordado una vez en una cafeteria. Allí estaba la mujer y sus lágrimas entre quienes la veíamos y quienes pasaban ausentes de su pena. Me ha parecido un final muy conseguido y todo el rato he creído que quien hablaba era una mujer.
    María Fernando Ferre Álvarez dice: …»No podemos creer en lo que no hemos visto o conocido…» . Es incierta la frase. Uno no necesita creer en lo que ve sinó en lo que jamás ha visto.
    Saludos para ti y tus lectores.

  17. Olympia, muy inteligente tu comentario. Gracias.

  18. […] y cada día acumula muchas visitas. Mis lectores han considerado los mejores “Guernica” , “La mujer que llora” y “Estatuas” , que son los más […]

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