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El curioso universo de las etimologías


Cuando yo estudiaba Filología, teníamos una apasionante asignatura que se convertía en repugnante por la cantidad de frustración, exigencia desmedida y arrogancia que el profesor se empeñó en asociar al programa. Era uno de esos huesos duros de roer que, inexplicablemente, dejaba enganchados sine die a montones de alumnos, a veces con un magnífico expediente y casi con una tesis doctoral en la cartera, pero que seguían sin aprobar la dichosa asignatura. En cada carrera parece existir alguien decidido a convertir una asignatura en algo odioso y supongo que la UGR habrá articulado ya alguna garantía para evitar estas arbitrariedades.

El hecho es que, al cursar esta asignatura, aprendí mucho del pasado de nuestra lengua y de las otras lenguas afines, las del tronco románico, y tuve que empollarme “el corominillas”, es decir, la edición reducida del “Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana”, de Joan Corominas (o Coromines, si se prefiere el apellido  catalán, que se ha venido usando en las últimas ediciones), toda una obra magna en el campo de la lexicografía, hecha sin ordenadores ni más recursos técnicos que las fichas de cartulina de toda la vida, un tesón poco común y un profundísimo conocimiento de las lenguas romances y de otras que ejercieron mayor o menor influencia en las lenguas hispánicas.

Hay veces que al usar una determinada palabra nos surge la duda de su procedencia o parentesco con otras a las que la asociamos. Ahí entra el “corominillas” y nos da explicaciones pormenorizadas del curso que ha seguido una raíz, desde su origen hasta la actualidad. Nos sorprenderán las peculiaridades de ciertas palabras que usamos con frecuencia. He aquí algunos ejemplos que me han parecido curiosos.

Pécora (= persona astuta o de malas intenciones). Esta palabra, que sólo usamos al catalogar a alguien de “mala pécora”, tiene una curiosa procedencia: la raíz latina pecus, que significa ganado o rebaño. De cuando las reses se usaban como moneda, viene peculio (y de ahí, peculiar),  pecunio (y pecuniario) o pecuario.

Una serie de adjetivos tienen su raíz en la cultura de la mitología clásica: venéreo (o amatorio, de Venus), apolíneo (de la belleza de Apolo), hercúleo (la fortaleza propia de Hércules), marcial (la pose aguerrida del dios de la guerra, Marte), titánico (de tamaño o esfuerzo excesivo, propio de los Titanes), enciclopedia y su adjetivo enciclopédico (de cíclope), gigante, con la misma raíz del hoy prefijo giga significa ‘Hijo de Gea’ y la mitología clásica les atribuía un tamaño y una fortaleza descomunales . Hermafrodita, por su parte, se refiere a Hermes y Afrodita, paradigmas de masculinidad y femineidad, respectivamente.

Otros nombres son calcos del catalán: alioli (all i oli, ajo y aceite), o capicúa (cap i cua, cabeza y cola).

(Imagen tomada de libreriandaluces.com)

La procedencia de la voz nylon está llena de polémica, pues hay quien asegura que responde al doble origen de los científicos que crearon la molécula, Nueva York (NY) y Londres (LON), aunque hay quien asegura que eran frases denigrantes para los japoneses, a los que el nuevo tejido les iba a hacer perder mucho dinero en el comercio de la seda. Se ponen los ejemplos de «Now You Lousy Old Nipponese» o «Now You Look Old Nippon» (Ahora, vosotros no valéis nada, viejos japoneses o Ahora parecéis antiguos, japoneses).

Una palabra cuyo origen se debate es la castellanizada esnob, así como su derivada esnobismo, que hacen referencia a la «persona o la actitud que exhibe servilismo o insolencia, según permitan las circunstancias, especialmente persona afecta a una jerarquía, posición social o cultural más alta de la que los hechos justifican» (su casi equivalente castellano sería el ya aceptado “pijo”). Se dice que su procedencia es la abreviatura “s. nob.” (sine nobilitate, es decir, sin título nobiliario) y su dudosa etimología trata de explicarse de varias formas: en los dormitorios de los colleges británicos, siempre clasistas, se ponían letreros con el nombre y títulos nobiliarios del ocupante. Cuando no había ningún título que exhibir, se escribía «s. nob». Hay quien dice que surgió en las listas del pasaje de los barcos transoceánicos. La inscripción s. nob. se ponía junto al nombre de aquellos pasajeros que, por razonas clasistas, no iban a ser invitados a comer en la mesa del capitán.

Para la palabra macabro (= que recuerda vivamente la muerte), los diccionarios señalan la etimología francesa macabre. En el Colegio Universitario de Jaén oí a Juan Goytisolo desmentir rotundamente tal étimo, en la presentación de su novela “Makbara” (1980). Para el escritor, macabro procede del arabismo makbara, que significa cementerio. Creo que es irrebatible y que primó la visión occidental sobre la objetividad de los etimologistas, incluido Corominas.

La etimología que más me ha sorprendido siempre es la de la palabra estraperlo. Por su forma, parecería un italianismo, pero es una palabra ligada a un escándalo económico de 1934: unos extranjeros, Straus, Perel y la esposa de este último, Lowman, intentaron introducir en España un tipo fraudulento de ruleta, en connivencia con un sobrino de Alejandro Lerroux. La palabra surgió vinculada al concepto de negocio fraudulento, enjuague, falta de honradez y, sólo unos años después, en el turbio período de la postguerra, pasó a designar el acaparamiento de bienes de primera necesidad para especular con los precios, el mercado negro, en definitiva, tan lleno de buitres carroñeros. Es curiosa esta pervivencia de una palabra asociada a un delito. Me pregunto si en el futuro, los diccionarios tendrán sustantivos tales como “gurteleo”, “gurtelismo” u otras así.

(Uno de mis pinganillos)

Una última curiosidad: un pequeño cacharrito que ha revolucionado el almacenamiento de datos procesados es el pen drive, que llamamos coloquialmente «pinganillo«. Procede del verblo latino pendere (= colgar), la misma raíz de palabras como pendiente,  péndulo  o pingajo. En buena parte de Castilla significaba sencillamente un carámbano de hielo, que cuelga del alero de un tejado. De ahí al actual significado, nuestro pinganillo ha seguido una curiosa evolución, pero indudablemente vuelve a su étimo cuando se bloquea y nos deja colgados, normalmente cuando la mala pécora de la máquina es más necesaria.

 

Alberto Granados

8 comentarios el “El curioso universo de las etimologías

  1. Me gusta tu pinganillo. Es más, te lo envidio. A mí me gustaría tener uno así. Con Gracián: lo breve, si sólido, dos veces útil, que se lo tengo yo oído a mucha gente.

  2. Para empezar por el final, querido Alberto, lo de pen es simplemente un apócope, lo que confirma la etimología que aduces (algo que cuelga).
    Me parece también muy interesante el principio. Y es que siempre me he preguntado que complejo freudiano irá asociado a ese tipo de profesores tan desagradables como el tuyo de Etimología. Con lo gratificante que resulta ser querido, admirado, elogiado,recordado…¿Qué morboso disfrute les turbará sintiéndose odiados, insultados, denostados…?
    En cuanto el texto en su conjunto, me parece apasionante. Todos los días recibo un correo con la etimología de una palabra («La palabra del día»), a través de una página web a la que estoy suscrito, cuyo enlace adjunto por si es del interés de tus lectores (del tuyo, lo doy por supuesto):

    http://www.elcastellano.org/palabra.php

    La última recibida viene muy bien, pues raro es el día que no se nos escapa algún «gazapo»:

    gazapo

    Voz usada para referirse a un conejo joven, pero también para mencionar yerros en el lenguaje hablado o escrito.
    ¿Dónde se origina este segundo significado de gazapo? Pues, no tiene nada que ver con ningún conejo; el gazapo de los errores tiene una etimología diferente: proviene de la antigua palabra española gazafatón, derivada de la griega kakénfaton, que en esa lengua significaba ‘error de lenguaje’ o ‘palabra malsonante’.
    El gazapo de largas orejas, en cambio, tomó su nombre de otra palabra griega: dasupous, del mismo significado.
    Ambas acepciones de gazapo tienen en común apenas el hecho de que sus designados saltan allí donde menos se los espera.

    Un abrazo

  3. Estoy con Gracián: lo malo, si breve, la mitad de malo. ¡Y a mí me salen siempre entradas larguíiiiiiiisimas!
    Miguel, yo lo de pen drive lo veo como de pen, lápiz o pluma en inglés. Por cierto, de nuevo acabo de meter un comentario en tus preciosas greguerías y no he conseguido que entre.

    Saludos

  4. Alberto… Un post tan divertido como interesante… La etimología me llama mucho la atención y no le he dedicado el tiempo que quisiera… Ya lo haré, algún día…

    En cuanto a la reflexión de Miguel, acerca de cierto tipo de profesores, estoy convencida de que ellos mismos fueron maltratados por uno similar y de ahí su juramento: machacar la vida de los otros… jejeje
    Todos hemos tenido un profesor/a, al menos, que recordamos con cariño y que nos marcó la vida. Y también otro/a, que jamás olvidaremos…

    Con respecto a los gazapos… ¡me fascinan!…

    Bxos a pares…

  5. Miguel, gracias por el enlace, será usado.
    Alberto, buen post, siempre hace gracia saber de donde vienen las palabras, si conoces su raíz es más sencillo saber como se escribe y qué significa, algo que yo siempre he usado con grandes satisfaciones, por cierto.
    Un saludo.

  6. Estupendo trabajo, Alberto. Yo recibo «La paraula del día» que es lo mismo que dice Miguel pero en catalán.
    Al leerte he recordado el queso pecorino y he pensado en los rebaños. Siempre me pregunto por el origen de las palabras y sus viajes en el tiempo. Ahora sé el porqué de pecorino.
    Me llamó mucho la atención la palabra «mariachi» que, para mi sorpresa cuando lo descubrí, procede la palabra francesa mariage y hace alusión a los cantos para celebrar bodas en México.
    Oye, el Coromines es un clásico. Ya lo sabes.
    Un petó.

  7. Gracias, señoras, por vuestra concurrencia. Las etimologías son, efectivamente, una caja de sorpresas, si vienen bien explicadas e interrelacionadas, como el queso pecorino del que habla Glòria.

    Por cierto, a través de Facebook, Inma hace una curiosa aportación: la palabra chandal está formada por la última sílaba de marchad (comerciante o vendedor en francés) y la contracción d’ails y se refiere a una especie de chaqueta amplia o jerseyque usaban los vendedores de ajos.

    Otra, que olvidé en mi post, aunque rteníoa pensado incluirla: capricho, viene de capra, es decir, cabra y alude a la naturaleza veleidosa del animal, que también se reconcoe en la frase hecha «más loco/a que una cabra».

    Abrazos

  8. Ri… como siempre enseñando. Ojalá (viene del árabe Insha Allah: si Dios quiere) pudiéramos abrir los ojos y mirar en vez de ver.

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