El Diccionario de símbolos de Cirlot, en su entrada “Espejo”, encuentra una polisémica enumeración de símbolos representados en este cotidiano objeto. El espejo puede ser la propia conciencia o el pensamiento (por recoger los reflejos del mundo visible). Representa además la discontinuidad del mundo (por ese aparecer y desaparecer de la realidad que refleja). Los espejos de ciertos cuentos folclóricos contienen los objetos, ya sean presentes, pasados o futuros, por lo que son capaces de suscitar apariciones: no en vano contienen realidades. Es también la propia alma, variable en función de los estímulos que recibe. Pero el espejo es, además, puerta de acceso a otra realidad, como quedó claro en Alicia en el país de las Maravillas o en la vieja costumbre de tapar los espejos de la casa donde hay un muerto. También representa el eco, la duplicidad, la tesis/antítesis o la memoria inconsciente. Cirlot señala una idea que me había pasado desapercibida: la prevalencia del espejo de mano, que es en algunas culturas símbolo de la verdad, de la felicidad conyugal o un talismán contra los seres diabólicos.
Dada la virtualidad de sus imágenes, yo me atrevería a añadir el sentido ambivalente de lo real frente a lo falso, vano o estéril. Y en otro orden, el espejo tal vez pueda ser la autocomplacencia o, en el otro extremo, el rechazo, la infravaloración propia, la frustración, campo este que la cultura oficial parece asignar predominantemente a la mujer. Otro espejo literario, el de Blancanieves, que desespera a la madrastra al no ser la más bella, podría ser el paradigma de esta idea. Aspecto cultural de carácter sexista o no, está claro que la mujer suele estar mucho más pendiente de su aspecto que el hombre, de ahí que el espejo revista mayor importancia para ella, que lo use con mayor frecuencia y en un más amplio número de variantes: de mano, en el bolso, en la polvera, en la playa o piscina…
Esta evidencia no resultó jamás ajena a los artistas plásticos, de ahí que enfrentar a una mujer y a un espejo, es todo un motivo artístico mil veces recogido en pintura a lo largo de los tiempos. Y la moderna fotografía también encuentra todo un filón en dicho motivo, que en nuestra época más reciente adquiere una nueva dimensión con el cine, la publicidad y el selfie, en que el teléfono dotado de cámara hace de espejo y recoge las facciones del usuario.
Desde hace meses estoy acumulando muestras de esta realidad, verdaderamente inabarcable: imágenes de una mujer ante un espejo. Con el material que he reunido, sin la menor pretensión de ser exhaustivo, os traigo hoy esta galería.
Observando las imágenes, he encontrado muchos matices. ¿Qué ve una persona cuando se mira al espejo? Es evidente que el espejo tiene un aspecto funcional: comprobar que el peinado, el maquillaje, el aspecto general… están como deben estar. Es la constatación de la belleza propia, que a lo largo de la historia del arte ha apareciendo con distintos decorados, según la moda artística (desde los diosecillos y cupidos a las flores o el lápiz de labios). La cultura ha obligado a la mujer a incidir en este aspecto comprobatorio mucho más que al hombre, que junto al oso, cuanto más feo más hermoso, según el sexista refrán. He aquí unos ejemplos (en la medida de lo posible seguiré en cada apartado un orden cronológico y empezaré por la pintura, para continuar por la fotografía y el cine).
Pero también aparece en la mirada ante el espejo la autocomplacencia. Ya no se trata de comprobar, sino de gustarse a sí misma y eso es un placer que las religiones represoras no pueden permitir, de ahí que surja el concepto pecaminoso de vanidad y los espejos, su instrumento más directo, se condenen en confesionarios y prédicas: al fin y al cabo, papas, prelados y pastores son varones y la misoginia eclesial es bien conocida.
Tal vez el mito más significativo sea el de Narciso, por lo que me permito iniciar esta sección con una interpretación pictórica del mismo (pese al título de esta entrada, relativo a la mujer).
Hay además miradas mucho más perversas en los espejos: la de la mujer que evalúa su efecto seductor, su carnalidad. No es ya comprobación ni autocomplacencia, sino la constatación de que la propia belleza puede causar estragos en el hombre. Se trata de lo que en teoría de la comunicación se llama función conativa (provocar una reacción y si es posible, controlarla). Son muchos los cuadros, muchas veces ligados al mundo de la prostitución, de las entretenidas o cortesanas y de la publicidad, en que el espejo sirve para fomentar la procacidad, para provocar, para evitar el olvido. El cine y la fotografía publicitaria se engancharon rápidamente a este fenómeno. Pretendo que este blog mantenga el tono serio habitual, por lo que sólo incluiré algunas fotografías y fotogramas, de los miles que se pueden encontrar en la red.
Pero el espejo también refleja la pregunta casi ontológica, la búsqueda de la propia esencia, la indagación sobre el propio espectador, sin más matiz que el encontrarse consigo mismo. He encontrado miradas de mujer en un espejo que encierran mil preguntas, auténticas indagaciones sobre la propia entidad o sobre el sentido del mundo y la vida. En este apartado me permito la licencia de incluir una mujer ante un espejo muy especial: una de esas ventanas de Edward Hopper que reflejan un mundo que parece ser absolutamente ajeno al vacío de la figura femenina.
Delicioso recorrido por el mundo de las imágenes de mujeres reflejadas en un espejo. El espejo da reconocimiento, o dolor. Quizás se busque falsear la verdadera imagen, que es la que no refleja ningún espejo. Quizás…
Sería interesante hacer lo mismo con hombres: ¿habrá muchas menos, tanto en pinturas como en fotografías?
Supongo que muchas menos: el hombre no se mira tanto al espejo o tal vez lo hace en plan clandestino… en consecuencia no es motivo pictórico, supongo.
Gracias por aparecer por aquí. Un abrazo,
AG
Al bisel del espejo que retuvo tu imagen
le preguntan mis ojos
ciegos desde tu ausencia.
Haiku especulativo donde los haya. Se agradece, Miguel.
Un abrazo,
AG
Magnífico e interesantísimo. Me ha gustado mucho y, sobre todo me ha hecho pensar y ver cosas que nunca se me habían ocurrido. Por ejemplo que efectivamente Narciso es un hombre, pero me extraña ese machismo en el mundo griego al ser castigado, mientras que la mujer es vista como natural en su vanidad.
Por otra parte, creo que hay que investigar el caso del espejo como ayuda al pensamiento, a la meditación en privado, como de una conversación muy privada con la persona más íntima de ti mismo: tú mismo. Y creo que en eso sí se desarrolla en igualdad la utilidad del espejo, en el hombre y en la mujer. A fin de cuentas ambos somos seres pensantes y ambos utilizamos el espejo para eso precisamente, para conversar «con el hombre que siempre va conmigo», como decía D. Antonio Machado.
uN CORDIAL ABRAZO Y MUY AGRADECIDO.
Alfonso Gallego
Alfonso, el agradecido soy yo, por tu constancia y por tu presencia en este blog.
Hubiera podido incluir miles de imágenes. La fotografía moderna usa y abusa del motivo de la mujer y el espejo y esa nueva modalidad del selfie ante un espejo es toda una tendencia. Basta meterse en Fecebook para constatarlo. ¿Qué subyace en esta costumbre? Yo sólo he hecho un modesto acercamiento, que desde luego no zanja la cuestión.
Que descubras muchas verdades en tus autoconversaciones con el espejo.
Un abrazo,
AG
Desde pequeños aprendemos a mirarnos en él, con independencia del género. Con los años, para ellas se convierte en un aliado, también en enemigo, en una necesidad y a veces en esclava dependencia. Para ellos, o clandestino o sencillamente objeto prescindible; quizá porque el silencisoso ejemplo nos lleva por esos caminos…
Precioso trabajo, Alberto.
Yo creo que la historia del espejo va pareja de la historia del rol pasivo que ha desempeñado la mujer a lo largo de la historia. Sin acceso a los estudios, ni al mundo del trabajo profesional, las mujeres apenas tenían otra posibilidad que pillar un novio «con posibles» y ese horizonte exigía una presencia muy cuidada, una apariencia impecable. El espejo era esencial en ese proceso del acicalamiento.
Celebro que te guste, Elvira.
Un abrazo,
AG
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Ya lo dijo el Divino Cegatón: “Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”.
En todo caso, echo en falta la imagen en el espejo de la novia de Drácula.
(Deliciosa y exhaustiva galería. Enhorabuena y gracias.)
🙂
Gracias a ti, sapientísimo Sap. Es curioso, pues la misma cita de Borges me la ha hecho en Facebook un escritor amigo y vecino.
La novia de Drácula tiene un problemilla con los espejos: su pareja los odia.
Un saludo,
AG
Me encanta toda las imágenes que acompaña el texto que es muy bello, Es curioso ¿No hay espejos con Hombres? o solamente el de Dorian Gray? 🙂 me bueno Alberto gracias por dejar que lo pueda leer.
Gracias a ti, Dumi. No había caído en ese espejo literario, que tiene su miga. Gracias.
Un abrazo y disfruta de tus carnavales.
AG
Narciso se tragó todo el charco…..no?
Buenas. La imagen 40, es de Wilhelm Gallhof, El collar de coral, de 1917. Óleo sobre lienzo. Fue más que todo un pintor figurativo. Murió en acción en la Primera Guerra Mundial.
Muchas gracias por su visita a mi agonizante blog y por la aclaración del dato. Ya lo he actualizado.
Un saludo,
AG