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Intemperie


Si le pedimos información sobre Jesús Carrasco a un buscador de internet, podría parecer que este escritor carece de biografía (y de bibliografía) hasta hace unos meses, pese a tener cuarenta años. Eso sí, desde la pasada Feria del Libro de Francfort, en que vendió su todavía inédita Intemperie (Seix Barral, Barcelona, 2013) a editoriales en trece idiomas, se ha convertido en un fenómeno editorial del que todo crítico, todo lector o todo blog de contenidos literarios habla en los mejores términos. Supongo que eso es el éxito de un escritor: que se vea en él toda una promesa, que se reconozca la indudable calidad de su novela, que se espere con cierta gula su próxima obra.

Se habla de su papel de heredero de Delibes, de sus coincidencias con Cormac McCarthy, Faulkner o Coetzee, de su relación con el cine del oeste americano, con la novela social, con la prosa sobria y desnuda… Lo cierto es que Intemperie participa de todas esas fuentes o influencias y de muchas más, entre las que tengo la osadía de incluir ciertas fuentes estéticas, de las que luego hablaré.  Creo que uno de los méritos de esta obra es la capacidad de sintetizar referencias tan dispares y hacerlo con tan notable eficacia narrativa.

En todos sitios se habla de que esta novela trata de la peripecia de tres personajes que representan la inocencia (el chiquillo protagonista), la bondad (el cabrero) y el alguacil (la maldad). Estas representaciones conceptuales no son tan esquemáticas, ni tan tajantes, sino mucho más complejas y variables. En realidad hay más personajes: el Colorao (ayudante del alguacil, que representaría la complicidad), el tullido, el padre del niño, que ni siquiera aparece como personaje activo, sino como referencia y primera causa de la huida con que se inicia la novela.

 

 

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Y ya que ha aparecido el concepto “huida” hay que aclarar que la trama es la historia de una búsqueda o mejor una persecución (en esta novela todo es dual): la de un chiquillo de unos diez años que huye de una situación que el lector empieza a intuir muy pronto y que, desgraciadamente, se confirma a medida que avanza la acción. En su soledad y desvalimiento, conoce a un pastor artrítico y anciano. Lo que en el niño es mera desconfianza al principio se va consolidando como una relación de dependencia recíproca, de simbiosis: el cabrero encontrará en la elasticidad y velocidad del niño la solución a su torpeza de movimientos, mientras que el niño aprenderá a sobrevivir a duras penas en una situación de absoluta carencia.

Las referencias espacio-temporales son bastante difusas (como todo en esta novela): un ámbito mesetario donde el sol del estío es insoportable y que padece una larga y despiadada sequía que lo ha llevado al despoblamiento; una ganadería pobre que busca pastos y agua siquiera sea en cantidades mínimas, las justas para sobrevivir y esperar tiempos mejores; un transporte a base de burros y bestias;  un vehículo a motor: una moto con sidecar… ¿Nos remite a Castilla y a los años cincuenta? Cada lector deberá decidir… o abstraerse de esas circunstancias para fijarse en otros elementos de la novela.

Por ejemplo, la construcción de la biografía del niño huido, que es tanto como determinar las causas de la huida. ¿Por qué un chiquillo de esa edad se fuga de su casa, se aleja de su madre (al padre, se sabe pronto, le teme por causas más que justificadas), de la escasa seguridad de ese hogar y de su relativo bienestar? ¿Por qué lleva a cabo esa fuga y se enfrenta a la intemperie, que es equivalente a mil carencias y penalidades y, sobre todo a la sensación de acoso por parte de los perseguidores? ¿Por qué el anciano pastor decide ayudarle sin una sola pregunta, aunque el niño desconfía de sus intenciones hasta bien avanzada la trama?

El proceso de huida-persecución se desarrolla en un clímax de agobio insoportable y bajo un sol sofocante (anciano y niño se esconden en cualquier sombra) y unas noches cálidas que aprovechan para desplazarse sin ser vistos, lo que les impide encender fuego o encontrar alimentos en el campo con cierta facilidad. Tienen motivo para tanta cautela, como suele pasar en el western.

portada intemperie

Si el chico aprende a cubrir las acuciantes necesidades básicas (agua, alimento, sombra, protección) de la mano del pastor (una indudable referencia al Lazarillo), la persecución le resulta tanto o más angustiosa. ¿Qué pasará si el alguacil lo captura? ¿Cómo reaccionará su padre? ¿Qué tipos de violencia cabe esperar? Ese es, justamente, el conflicto narrativo de la novela, que llega a ser sofocante, especialmente cuando se supera el primer tercio del libro, momento en que la violencia se desata bajo las ruinas de un castillo. Los perseguidores dejan claro que no se han tomado a broma la captura del huido y que están dispuestos a todo.

Es el momento en que viejo y niño tienen que separarse transitoriamente, el de poner a prueba su capacidad para la supervivencia, pues se va a encontrar con un mundo en el que prevalece el cruel pragmatismo frente al sentido ético. Y el sentido de autoprotección, el miedo, la circunstancias… hacen al niño desarrollar su propio sistema de lucha, tan cruel como el que está intentando superar con la huida. Del desvalimiento, pasa a la ferocidad que todo ser humano lleva dentro: Blas de Otero, al titular su primer poemario, “Ángel fieramente humano”, dejó claro la naturaleza del hombre, una dualidad de opuestos, humanamente angelicales o feroces, según el momento, la presión, las circunstancias. La ética ha dejado paso a la mera supervivencia en una situación verdaderamente límite.

En una suprema pirueta narrativa, llega el desenlace, más violento y despiadado de lo previsible: ahí encuentro un total entronque con el cine de Sam Peckinpah, los hermanos Cohen o Tarantino, la estética manga, la violencia descarnada de algunos videojuegos, fuentes todas de las últimas décadas y que cabría imaginar como indiscutibles abrevaderos del autor, que tiene exactamente cuarenta años.

Llama la atención que todo es ambiguo y dual en la novela: podría ser la Meseta, como podría ser el Medio Oeste americano o el pegajoso sur esclavista de Faulkner; podría tratarse de nuestra postguerra, pero también de los años 20; podríamos ponerles a los personajes caras, facciones y ropas castellanas, pero también podrían ser netamente anglosajones. En lo que no hay duda es en la desnudez del lenguaje, en la parvedad de recursos que el autor ha decidido usar: ni uno solo de los personajes llega a tener nombre. Parecería que ha querido usar conceptos, meras abstracciones, en vez de personas. La propia intemperie que da título a la novela es un  mero símbolo del desvalimiento global del ser humano, el marco de sus miedos y necesidades básicas, al que hay que dominar, aunque sea con violencia y trucos sucios.

Me llama la atención un elemento recurrente que me desconcierta y que –lo confieso- no sé interpretar con certeza. Es bastante humilde y común, como todo en el libro: la micción. La orina aparece con una extraña frecuencia. No sólo la provocada por el miedo del niño, situación que se repite varias veces; también la orina invasiva y degradante del maestro, al comienzo; la orina como medicamento para lavar las heridas; la orina del viejo, que asusta al niño como una amenaza… Esa presencia escatológica, la orina, las deyecciones de las cabras, el olor de los cuerpos desaseados, el olor a descomposición de los cadáveres de animales y personas… suponen un marco para la sencillísima acción, un marco mínimo, humilde y degradante, que en el caso de la orina, se une al concepto de lo fálico, pero tengo que pensar más esta asociación para la que no encuentro demasiada lógica. ¿Tal vez marca su territorio en el momento de acceder a la vida de adulto?

No pasará desapercibida esta novela, que parece destinada a marcar un hito en el panorama narrativo actual, ciertamente desangelado y catatónico. Tal vez estemos asistiendo al nacimiento de una nueva novela social, hecha con tan contradictorias y ambiguas fuentes, pero bizarra y sorprendente, de una indudable calidad. Larga vida literaria al autor y a esperar los frutos que puedan surgir de tan vigorosa semilla.

Alberto Granados.

Más información en:

http://www.teinteresa.es/libros/escritor-debutante-Feria-Libro-Francfort_0_790721727.html

http://www.elplacerdelalectura.com/2013/01/intemperie-de-jesus-carrasco.html

http://www.clubcultura.com/jesus-carrasco

8 comentarios el “Intemperie

  1. .
    Ayer estrené un Kindle y resulta que tras la relectura de «Otra vuelta de tuerca» de H. James, tengo previsto echarme a las antiparras esta novela. Comprenderás que he detenido la lectura de tu reseña de inmediato para facilitar el efecto ‘piscinazo’ 🙂
    Por supuesto, volveré a ella en cuanto termine con la novela de Carrasco para cotejar consideraciones. Gracias.
    🙂

  2. Leo con voracidad tu estupenda crónica. No conozco autor ni libro ni sé si querré leerlo porque tu reseñame remite mucho a Faulkneer y a su eco McCarthy y ambos, muy grandes, acostumbran a hacerme sentir que leerles es cruzar un largo camino pedregoso bajo un sol inclemente para no decir casi nada, bueno Faulkner dice mucho en Luz de Agosto y Mientras agonizo y también McCarthy en Todos los caballos bellos…
    La tendré presente en mis oraciones.
    Un petó, Alberto!

  3. Glòria y sapiente Sap: espero el comentario de Sevilla y mando para Barcelona el recado de que, pese a su bizarría, se trata de una novela inmensa y, tal vez, llamada a ser algo rompedor. No te lo puedes perder, Glória.

    Una abrazo,

    AG

  4. .
    Muy buena novela no apta para almas sensibles y estómagos delicados. Su lectura continuada hizo que me perdiera un par de siestas, pero mereció la pena. Hombre, para mi gusto diría que adolece de unos cuantos problemillas de estilo sin importancia que en absoluto modifican el juicio general.
    A ver si próximamente también la reseño en mi chorriblog.
    Ahora le viene a Jesús Carrasco lo verdaderamente difícil: Escribir una segunda novela igual de buena.
    🙂

    • No he percibido esos problemas de estilo que mencionas. Tal vez me he quedado enganchado por la bizarría del libro, por su aridez (física y moral), por la violencia tarantiniana, por los personajes…
      Llevas razón: hay que esperar para ver si esto ha sido un relámpago o Carrasco será toda una tormenta que limpie cauces narrativos y anegue el vchato panorma narrativo actual.

      AG

  5. .
    Acabo de publicar en mi chorriblog la reseña, incluyendo un enlace a esta tuya.
    🙂

  6. El paisaje de la novela en el suplemento El Viajero, del diario El País del 12 de diciembre de 2013:

    http://elviajero.elpais.com/elviajero/2013/12/12/actualidad/1386852855_161915.html

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