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Francisco Gil Craviotto, académico


Dentro de unas horas, este artículo ya habrá aparecido en mi blog y yo me habré marchado hacia el Paraninfo de la Facultad de Derecho, donde está previsto que el escritor Francisco Gil Craviotto lea su discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Granada, en la que hará de académico correspondiente en París, ciudad tan vinculada a su biografía. El discurso se llama “El Sena, río literario” y hace tiempo que tuvo la gentileza de enviarme el borrador. La contestación en nombre de los académicos será obra del poeta Fernando de Villena.

Presentando la novela de Fernando de Villena «Udaípur» (octubre de 2010)

La propia Academia de Buenas Letras, en su Diccionario de Autores Granadinos, se ocupa, por medio de la pluma del académico José Ignacio Fernández Dougnac, de su semblanza: sus facetas de periodista comprometido, de exiliado en Francia desde 1964, de novelista y columnista, de profesor de español… quedan perfectamente reflejadas en el retrato (que por cierto, habría que actualizar, ya que con posterioridad ha aparecido “El oratorio de las lágrimas” -Editorial Alhulia, Salobreña, otoño de 2008-, y después ha publicado “El siglo que se nos fue” -Ediciones Carena, Barcelona, 2010-, así como ha participado en otras publicaciones colectivas (sobre el bicentenario de la invasión napoleónica y el volumen de relatos “Cuentos para Granada”).

Sin embargo, la cálida semblanza de Fernández Dougnac apenas recoge nada de la inmensa dimensión humana de don Francisco, al que conocí cuando en noviembre de 2008 empezó a publicar parte de sus escritos en un blog de la plataforma del diario Ideal: La mano quemada. Yo por entonces tenía un blog en dicha plataforma, por lo que empezamos a comentarnos recíprocamente. Más adelante, tuve ocasión de indicarle en privado cómo eliminar un comentario ofensivo de uno de sus lectores (un simple detalle técnico del blog). A partir de ahí la comunicación entre ambos fue convirtiéndose en habitual y muy pronto empezó a invitarme a asistir a una serie de lecturas, presentaciones y homenajes, así como a la tertulia literaria a la que él asistía (nunca lo hice: soy demasiado individualista y no me gustan las cofradías y cenáculos, en cuyo espíritu de grupo siempre se deja algo, aunque respeto a quienes participan en ellas). En cada una de estas actividades me ha ido presentando a lo mejor de las letras granadinas y en todas las ocasiones me ha presentado con una deferencia, con una delicadeza que me han sonrojado. A todos les habla de mis relatos, de mi supuesta calidad literaria.

 Junto a mí, en una actividad de la Sala Cultural Nueva Gala

En una ocasión tuve que decirle que le iba hablando bien de mí a mucha gente cuando en realidad apenas nos conocíamos. Le hice ver que yo podía ser un caradura o un impresentable que podía dejarlo en mal lugar. Me respondió que él conoce a las personas y sabe con quién trata.

En la actualidad, tomamos café con cierta frecuencia, hablamos de Granada y sus gentes (de eso sabe muchísimo, como ha quedado claro en su “Retratos y semblanzas con la Alhambra al fondo” y “Nuevos retratos y semblanzas con la Alhambra al fondo”, donde demuestra su maestría al aplicar el bisturí en el alma y entrar en lo más profundo de los personajes retratados), de libros, de política, de la situación general del siglo, de los valores… Hombre sabiamente prudente, jamás habla mal de nadie y hay quien le llama el escritor impasible (con ese nombre, le hicieron un homenaje hace unos años sus amigos escritores). Con todo, es sensible a algunas exclusiones, a algún olvido injusto, a ciertas situaciones poco delicadas para con él. Él no lo comentaría jamás, pero yo ya he aprendido a leer su estado de ánimo a través de lo que me dice y sobre todo de lo que calla.

En la presentación de su libro «El siglo que se nos fue», noviembre de 2010

Infatigable, participa en todos los movimientos y manifestaciones que impliquen sentido democrático, igualitario, pacifista, laico y justo, así que solemos coincidir y tomar café cada vez que hay algo relacionado con estos valores. Colabora con asociaciones, brinda sus escritos desinteresadamente, participa en jornadas u homenajes, en libros colectivos, viaja incansablemente sin que la fatiga física haga mella en su entereza de casi octogenario. Destila una bonhomía difícil de encontrar en estos tiempos en que los botarates ascienden imparablemente y los sensatos parecen ser ciudadanos a extinguir en los que nadie repara. Todo un ejemplo de ser humano.

Esta tarde, será académico de hecho (de derecho lo es desde el pasado otoño, cuando el Boletín Oficial lo proclamó). Esta tarde lo acompañaré para admirarlo, felicitarlo y darle un sincerísimo abrazo.

Alberto Granados

Me he ocupado de Francisco Gil Craviotto en los siguientes enlaces:

Reseña de «El oratorio de las lágrimas»: http://blogs.ideal.es/rigolettobloguero/2009/1/11/-el-oratorio-las-lagrimas-/

Reseñas de «El siglo que se nos fue» en mi blog y en Pliegos de Alborán (enero de 2011):

https://albertogranados.wordpress.com/2010/12/02/el-siglo-que-se-nos-fue-de-franciso-gil-craviotto/

http://www.joselupianez.com/enero11.pdf

Reseña de «Cuentos para Granada»:

https://albertogranados.wordpress.com/2012/05/11/cuentos-para-granada/

4 comentarios el “Francisco Gil Craviotto, académico

  1. Amigo Alberto, eres grande.

  2. Gracias a ti, querido Alberto, Gil Craviotto ya me resulta un nombre familiar aunque, lo mas importante, conocer su obra, me resulte bastante más difícil por el sempiterno problema de los apremios que, impasibles, nos miran desde estanterías desde las que reclaman nuestra atención, nuestro amor.
    Me ha gustado mucho la crónica que le has escrito. Yo, una mota de polvo en el planeta, confirmo lo de tu calidad literaria, por cierto, nada supuesta. Eres literatura y creo que lo sabes. Úsate y compártete.
    Un petonet!

  3. ¡Muy bien Alberto! Un brindis por ti y por Paco. Y un gran abrazo para ambos.

  4. Nicolás, aquí el grande es Gil Craviotto, siempre generoso con todos. Tú lo conoces de muchos años más que yo.

    Glòria, sé que me has leído más de una vez, cuando he hablado de él o lo he etiquetado. Si alguna vez te decides, empieza por «El oratorio…» o por sus semblanzas de personajes grabadinos, incluso siendo libros de carácter localista.

    Fernando, gracias. El brindis sólo para él, que yo aquí pinto poco.

    Abrazos mil,

    AG

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